Que nos remontamos a ese fin de semana de marzo en el que empezó
todo, aquel sábado 5 que nos marcó tanto, joder, lo fuiste todo tío,
llegaste como un desconocido a mi vida, un chico borde que me sacaba de
quicio porque nunca me saludaba, y de un día para otro pasaste a
convertirte en lo más bonito de mi vida, que tus besos me calmaban, solo
con sentir el roce tus labios, tus jodidos labios, tan perfectos, tan
increíbles, que me hacían sentir de todo. Tu puto olor, tu puñetero olor
era mi debilidad, y lo sigue siendo. Hay veces que
estoy tan tranquila y me viene así de repente tu olor, y empiezo a
recordar, y se me forma un jodido nudo en la garganta, y deseo volver a
todas aquellas veces en las que me apoyaba en tu pecho, escuchaba tus
latidos y deseaba que aquel instante fuera eterno, que nunca acabara.
Allí, encima tuya, me sentía protegida, como si nada ni nadie pudiese
hacerme nunca nada sin hacertelo a ti antes. Era feliz, lo era, y ojalá
esos momentos hubieran sido eternos. Porque ahora, ahora solo me queda
eso, los malditos recuerdos.
Soy incapaz de pisar todos esos sitios en los que soliamos estar juntos sin derrumbarme. Que no sabes lo jodido que es para mi tener que saludarte con dos puñeteros besos, tenerte cerca y no poder ni dirigirte la palabra, mirarte y ver como todo ha cambiado de la noche a la mañana. No sabes lo mucho que me duele verte pasar alado mío y que ni siquiera me mires, duele que me saludes como si yo no hubiese sido nada, simplemente te acerques como si yo fuera una persona más y no aquella a la que besabas esas tardes, esas mañanas, esas noches, aquella a la que le decías que la querías como nunca habías querido a nadie, aquella que por un momento lo fue todo para ti.
Pero a día de hoy solo me queda confíar en que alguna vez, todo lo que me llegaste a decir fue verdad.
Tan solo espero que algún día leas esto, y te des cuenta de que perdiste a alguien que realmente te quería.
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